14 jun 2012

En silencio


En silencio...Las crónicas han estado en silencio por más de dos años.

 Fotografia Moggienocket



La Luna iluminaba una pequeña habitación, llena de polvo, ése que penetra por las hendiduras de las ventanas y por debajo de la puerta. Escritorios, libros, plumas y pergaminos, cubiertos por una gruesa capa de polvo eran mudos testigos de cada segundo vacío en esa habitación. 

El inmueble, un sillón largo, una sala de tres piezas, un par de escritorios, un librero, un aparador y, una par de puertas cerradas con picaportes oxidados en un par de esquinas era todo lo que podía ocupar el espacio. El polvo había cubierto parte de los retratos, las alfombras, las cortinas y los cristales del aparador demostraban la nula presencia de limpieza. 

Inclusive un viejo y gran retrato colgado, de la única pared libre de marcos y estanterías colgantes, se encontraba en un estado lamentable. Dentro del marco, un ligero ronquido se escuchaba con gran dificultad ya que éste se encontraba detrás de una cortina que había sido arrojada sobre el mismo. 

Un golpe resuena por las paredes y una capa de polvo se levanta cuando la puerta logra ceder, para dar paso a una tos. El movimiento de la persona y la brisa entrante causan que el polvo sea removido y caiga sobre el invitado, ocasionando una sucesión de estornudos más fuertes. Minutos después de sufrir un ligero ahogo, la mujer que ha entrado estudia la habitación y se dirige sin duda a donde el retrato cubierto con una cortina. 

Arrancando más polvo del que hubiera deseado, la mujer se cubre la nariz antes de girarse sobre el escritorio. En el momento que la joven susurró, el hombre retratado abrió los ojos y aún un poco dormido, observó sin emoción a la joven que parecía fascinada por las cosas ahí, cubiertas de polvo. 

— ¿Qué quiere aquí? —la voz resonó por las paredes. 
— La amabilidad en persona —replicó la joven sin mirar a su interlocutor. 
— Si quería robar, debió dejarme descansar —él se escuchaba molesto por despertarse. 
— ¿Robar? —se dio la vuelta y le hizo frente con la mano aún apoyada sobre la cubierta de polvo del escritorio. 
— ¡Tú! —gritó indignado. El sonido removió los cristales pero la joven solo se mostró interesada en la respuesta. 
— ¿Por qué robaría, mi oficina? 
— ¿Qué te trae por aquí? No has notado que las Crónicas están… 
— Tengo mis motivos y mis informes —un movimiento y en su mano apareció su varita 

Dando media vuelta, el hombre en el cuadro se retiró molesto con quien era la responsable de las desaparecidas Crónicas del Foro. Tendría que limpiar si quería volver a abrirlo.



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